Ciudadanos ha acertado en explicar que Gabilondo no es más que un enviado de Sánchez, y que pactar con él sería avalar el extremismo por el que opta no por necesidad sino por voluntad de dividir a los españoles. Es decir, que no hay nada de centrista en pactar con un PSOE que no representa en absoluto a la izquierda sino a un populismo tan peligroso como el de Vox, aunque utilice otros significantes y atice otros miedos.

Ciudadanos tiene así la oportunidad de pactar con la derecha moderada no solo desde la centralidad liberal sino ocupando además todo el espacio socialdemócrata en el que se enraizó el partido durante su primera década, y que es hoy un espacio absolutamente huérfano políticamente. Abanderar ese espacio y su engarce conceptual con el liberalismo no supone de ningún modo aceptar los excesos clientelistas del PSOE sino precisamente impugnarlos reivindicando que es posible aliar el motor del mérito con el salvavidas de la igualdad de oportunidades.

Como partido pragmático, dispuesto a conseguir mejoras reales en el progreso y la justicia social, Ciudadanos tiene la oportunidad de plasmar sus propuestas en políticas públicas atractivas pero realistas, lejos de cualquier identitarismo. No se debe por ejemplo abanderar el «bajar los impuestos» como un dogma sino reflexionar en qué formas impositivas son más eficientes y justas. En particular, el impuesto de sucesiones -incuestionado por el ejemplo en la vecina Francia que preside un liberal- es un marcador de reparto intergeneracional indiscutible. Sus propuestas de reforma a escala europea y española, que podrían pasar incluso temporalmente por la defensa de una armonización a la baja o de ampliar los mínimos familiares exentos, deben reivindicar el lugar a medio plazo de este instrumento clave en simbolismo y efectividad para la solidaridad y la igualdad de oportunidades. El 5 de mayo todas las oportunidades se abren a Ciudadanos para ser el partido más útil para España