Al igual que la afamada película de Steven Spielberg España lleva desde la anterior crisis económica en una misión casi imposible por “salvar a todos los bancarios García” que estaban en las trincheras de las más de 46.000 oficinas bancarias que teníamos en 2008.

Es evidente que por las declaraciones que hacen últimamente sindicalistas y las propias Ministras de Trabajo y Economía, para algunos el titular de este artículo debería haber sido más bien, después de “salvar al banquero Botín”, continua la saga con “salvar al bancario García”, pero yo me voy a intentar quedar con algo positivo de estas declaraciones, que espero tengan sentido en su intención, salvar a miles de “Garcías” que hoy son empleados de banca.

El proceso que ha seguido nuestro sistema financiero desde la primera década de este siglo, hasta nuestros días, no es otro que el reflejo que cuando el intervencionismo atroz cierra el paso al liberalismo económico algo malo acaba sucediendo. El problema es que la entrada en bucle del intervencionismo es muy difícil de frenar. Cuando los estados y políticos traspasan su función reguladora, propia de los estados modernos, a una función de intervención en gestión o lo que es peor en la gestión económica, la bola que produce normalmente es imparable.

Hagamos un poco de memoria para saber que ha pasado y que nos ha llevado hasta aquí.

Todo comenzó con el intervencionismo político de las administraciones autonómicas.

En plena época del boom inmobiliario las Cajas de Ahorro se convirtieron para políticos del bipartidismo en uno de esos instrumentos económicos para buscar el desarrollo diferencial de sus respectivos ámbitos de influencia. El control político por parte del PSOE y del PP de las Cajas, con el beneplácito de sindicatos y empresarios, no olvidemos este punto, les daba una herramienta que terminó siendo un monstruo. Asumiendo unos riesgos incontrolados, facilitando el acceso a la promoción inmobiliaria y a los ciudadanos a prestamos más lejos de lo que la lógica bancaria permitía, mediante su intervención política, tanto el PP como el PSOE, lleno de casas nuestras comunidades autónomas, pero dejo una secuela de su intervencionismo que aún colea.

La crisis inmobiliaria y una vuelta de tuerca más al intervencionismo.

Llega el momento en el que el sistema se tambalea, esa época dorada llagaba a su fin y la crisis financiera internacional hace temblar los cimientos del sistema financiero español. La situación entra en una verdadera posible crisis sistémica que desde 2008 a 2012 se agudiza. La Banca Privada había participado del botín del boom inmobiliario, mirado hacia otro lado con el intervencionismo político de las Cajas. El PSOE se encuentra con un gobierno que tiene que afrontar la crisis y demuestra una vez más, que sin el mando o ayuda de Europa, no sabe por dónde atajar los problemas. Los conservadores del PP, que se llamaban liberales, pero habían participado de lleno en el intervencionismo de las Cajas, les toca tomar una decisión. Parecía que se resistían a ella, asumir que nuestro país necesitaba de urgencia un rescate, pero en realidad, por mucho que lo camuflaran, sabían de su necesidad y como corresponsables de la forma en que se llegó a esta situación, optaron por volver a intervenir en el mercado bancario, rescatando con dinero público a las Cajas de Ahorro. La pelota del intervencionismo no hacia otra cosa que crecer.

La década de las promesas incumplidas y las jubilaciones anticipadas

Los conservadores acomplejados del PP, que intentaban defender a capa y espada su seudo liberalismo, una vez se ven obligados a recibir el rescate multimillonario, por tanto, intervenir aportando decenas de miles de millones de euros al sistema financiero español, prometen algo que ya desde su inicio se sabía no cumplirían. La asunción de la devolución de la ayuda por parte del propio sistema financiero. Su mentira tiene las patas muy cortas y la intervención pasajera que anunciaban, mediante la aportación de estos capitales, se ha convertido en una aportación casi a fondo perdido por la situación económica global, las necesidades de reconversión del propio sector financiero y los bajos tipos de interés y por tanto el descenso de sus marginales.

El sector bancario en su conjunto no es que haya procedido a la devolución de las ayudas en esta década casi desde su intervención. Más bien lo contrario. Si ahora el Ministro Escrivá ve en el retraso de la edad de jubilación una ayuda ante la dificultad económica de nuestro sistema de pensiones, en esta última década se ha ido forjando una gran parte de las necesidades del sistema financiero español en su reducción de plantillas, precisamente mediante jubilaciones anticipadas. Aún en las últimas salidas que se están produciendo en el sector, pues lo cierto es que ya queda poca plantilla con edades de poderse realizar estas prejubilaciones, es habitual se llegara a acuerdos en los que la entidad asumiera el pago de seguros sociales hasta los 63 años o bien, se pasara a una situación de paro hasta los 65 años y el trabajador redujera su futura pensión al anticiparla, siendo esta la fórmula utilizada más habitualmente, con el consecuente coste para la seguridad social al anticipar estas jubilaciones.

Miles de trabajadores salieron mediante convenios firmados por las entidades, los sindicatos y la seguridad social, lo que supuso otra ayuda indirecta por parte de las arcas públicas al sector. Los distintos gobiernos no han sabido frenar la sangría de jubilaciones anticipadas con el consiguiente coste para el Estado.

Y ahora el dilema. ¿Más intervencionismo o liberalismo económico?

Ahora nos encontramos en el dilema de seguir aplicando el intervencionismo como medida para que las entidades sobrevivan ante esta nueva situación de mercado o dejamos que el liberalismo económico ponga a cada una de ellas en su lugar, a pesar del coste que para el sistema financiero en su conjunto puede tener este cambio de actuación.

Lo que mal empieza mal acaba. La política que fomentaron el PP y el PSOE de control sobre una importante parte de la dinamización económica mediante las Cajas fue el inicio de esta gran bola. La banca en su conjunto está especialmente amenazada en España ante esta crisis provocada por la pandemia. Si el mercado empresarial sufre un gran revés por la tardanza en la recuperación económica con la pandemia, la banca se verá muy perjudicada, dado que, posibles insolvencias empresariales pueden llevar a una ola de impagos, entre los que también se incluya como acreedores a la propia banca, haciendo crecer su morosidad y perjudicando nuevamente sus resultados. No es descartable que el Estado y las autoridades europeas, se vean obligados a volver a intervenir en el mercado financiero por otro nuevo riesgo sistémico de alguna forma, tal vez no tan extensiva como en 2012, pero al final intervenir.  

Ahora no es la misma situación que en 2008 o 2012. Ahora a la Banca se le junta un problema que en hace una década solo estaba comenzando, pero no había sufrido la aceleración que se ha provocado con motivo de la pandemia. La digitalización no es el futuro, es una realidad para la forma de relacionarse los clientes con la banca. Mi madre de 90 años consulta las cuentas y hace transferencias desde el móvil y solo saca dinero de cajeros, sin pisar una sucursal. Se que no es lo normal, pero si es un simple ejemplo de como evoluciona este entorno de digitalización tan rápido.

La Banca no es que quiera eliminar personal para evitar costes, que es el resultado, pero no la causa. La causa es que su proceso de reconversión es tan necesario y urgente, que como se suele decir, ya van tarde. Sobran seguro más de los 20.000 empleos anunciados que desaparecerán, sobran seguro más de la mitad de las oficinas de su red. Es razonable, que nuevamente los sindicatos, esos románticos de la economía de hace uno o dos siglos, digan que no pueden despedirse a ese elevado número de trabajadores, incluso que otros románticos como RTVE, la televisión pública, haga campaña para determinar que es necesario una atención a clientes que con estos despidos empeorará y por tanto son muchos.

Lo que no es normal es que una Ministra de Trabajo, insinúe que no es momento de despidos, que la figura de los ERTE se ha puesto en marcha para estos casos. Solo recordar a la ministra lo de “Temporales” de los ERTE. Hacer ver que esos puestos se tienen que mantener en el futuro y que su situación es temporal ha sabiendas que no es la solución al problema, es simple demagogia. Tampoco es normal que la Ministra de Economía, quiera intervenir los sueldos de los altos directivos de la Banca, como si las entidades fueran suyas e insinúe, como si no supiera que no es verdad, que los despidos podrían evitarse con la disminución de los salarios de los altos cargos. Por cada millón de euros se paga el coste medio de 20 empleados de banca al año, aun cuando desaparecieran todos los altos cargos de las entidades, solo se podría solucionar el problema a algo más de dos centenares de empleados, y ojo, sobran más de 20.000. La demagogia solo se sostiene si no se sabe multiplicar y creo que la Ministra de Economía debería saber multiplicar.

Intervencionismo en estado puro es lo que quieren practicar nuevamente sobre un sector en el que sus accionistas deben estar entre regulaciones e intervencionismo, o muy artos o muy contentos, depende de lo que les toque. Aprendamos de los errores. Intervenir en los mercados por parte de las administraciones y la política suele tener consecuencias a medio y largo plazo. Una vez se empieza a intervenir, nunca se encuentra el momento para dejar de intervenir, como ha pasado al sector financiero en España.

Ahora, ¿qué hacemos? Primero intervinieron para manejar el pastel, luego para salvar el sistema, luego para hacer frente a la situación compleja, y ahora, en este último tramo ¿también se intervendrá en los despidos necesarios en el sector? La verdad es que soy contrario a la intervención, pero sería justo el haber salvado a las entidades, los accionistas y sobre todo al sistema, para ahora no “salvar al bancario García”. Los Bancos tienen una responsabilidad que es hacer que estos despidos necesarios sean lo más favorables posibles a los empleados, aun cuando perjudique en algo sus resultados, pero la Administración también tiene una responsabilidad, mantenerse al margen de esta nueva situación y dejar de intervenir, de forma económica y con su influencia de una vez por todas en un mercado en el que han metido la nariz más de una vez, con el resultado nefasto que ya todos conocemos.

Algunos hablan de libertad o comunismo, otros de democracia o fascismo, que se dejen de gaitas, vallamos a lo práctico y no al teatro político. Esto va de liberalismo económico o intervencionismo y tanto el PP como el PSOE llevan años haciendo intervencionismo.