Siempre me ha apasionado conocer a las personas, poder explicar el porque la gente se mueve, que hace a una persona tomar una u otra decisión, intentar interpretar el porqué de los actos de las personas.

Hace años me topé con uno de los grandes experimentos de la psicología, el experimento de Milgram: “los peligros de la obediencia”

Este trabajo comenzó, en los años 60 del siglo pasado, después del juicio contra Adolf Eichmann por crímenes contra la humanidad. Eichman era el encargado de las deportaciones de judíos hacia los campos de exterminio en la Alemania nazi.

Stanley Milgram se preguntaba si Eichmann, como tantos otros en la Alemania Nazi, eran psicópatas, malévolos, malvados o en realidad eran personas normales y corrientes que solo estaban siguiendo órdenes, aunque estas órdenes estuvieran en conflicto con sus propios valores.

El experimento consistía en que en cada sesión participaban dos personas además del experimentador que siempre estaba presente, una era el profesor y la otra el alumno y el director del estudio les explicó a los dos los efectos que tendría el castigo sobre el aprendizaje del alumno.

Al alumno lo sentaban en una especie de silla eléctrica, le ataban los brazos con correas y le ponían en la muñeca un electrodo para administrarle cargas eléctricas. Le leían una serie de pares de palabras que luego tendría que recordar. Cada vez que cometía un error el profesor le iba a suministrar una descarga eléctrica y con cada error sucesivo la intensidad iba a ser mas fuerte, pero el experimento tenía algunos trucos.  En realidad, el experimento no iba sobre el castigo en el aprendizaje del alumno, este experimento se centraba en realidad sobre el profesor y averiguar cuanto dolor podría infligir una persona normal a otra simplemente porque una tercera le ordenara a hacerlo.

Mientras el alumno estaba sentado en su silla eléctrica, el profesor estaba sentado delante de un imponente generador de descargas eléctricas. Era un tablero con 30 interruptores con “on-off” con el voltaje marcado en cada uno de los 30 interruptores, que iba desde los 15 a 450 V. Para que no hubiera lugar a ninguna duda, estaba escrito debajo de cada voltaje los efectos que iba a tener cada una de las descargas, que iban desde una ligera, moderada, fuerte, muy fuerte, intensidad extrema, hasta la última donde ponía literalmente “descarga grave”.

Pero este mecanismo no tenia ningún efecto sobre el alumno, era uno de los trucos del experimento, el otro era que el alumno no era un voluntario del experimento, sino que era un actor que en ningún momento recibía ninguna descarga eléctrica, fingía que recibía esas descargas.

Antes de empezar con los experimentos, Milgram le pidió a un grupo de psiquiatras, de estudiantes de profesores universitarios… que predijeran el resultado que iba a tener. Y hubo bastante acuerdo la mayoría supusieron:

  • Casi todos se negarían a obedecer.
  • Los psiquiatras en concreto predijeron que al llegar a los 150 V se detendrán, que era cuando el alumno pedía irse.
  • Solo un 4% llega a los 300 V.
  • Solo un 0,1 % llegaría hasta el final.

Lo que paso en la realidad es que esas predicciones se alejaron de los resultados finales.

De los 40 participantes del primer experimento 25 obedecieron hasta el final, más de la mitad, un 60 %. Algunos argumentaron que los participantes eran estudiantes de Yale y eran muy agresivos, muy competitivos y si eso se repetía con gente común los resultados serían muy diferentes.

Pues bien, entonces repitieron el experimento con otras personas, se fueron a otra ciudad y repitieron los mismos estudios, pero con gente de diferentes estratos sociales. Después lo repitieron en diferentes países como Alemania, Italia, Sudáfrica, Australia…y el grado de obediencia que observaron siempre fue algo mayor del que vieron en primer lugar. Estaban escandalizados de lo que habían obtenido y a cada replica los resultados obtenidos era cada vez mas preocupantes.

Estos resultados están de acuerdo con la hipótesis que defendía Hanna Arendt que sugería que la estrategia del fiscal para pintar a Adolf Eichmann como un monstruo sádico era un error y que Eichmann era más bien un burócrata que no tenía imaginación y que se limitaba a cumplir con el trabajo que le daban desde su escritorio sin cuestionarse nada de lo que le pedían.

Hannah Arendt denominó a estos comportamientos la “banalidad del mal”

https://es.m.wikipedia.org/wiki/Banalidad_del_mal

Este planteamiento le supuso a Hanna Arendt un montón de criticas porque la gente pensaba que esas monstruosidades tenia que venir de gente verdaderamente brutal y retorcida pero los experimentos de Milgram le daban la razón.

En este trabajo el experimentador no amenaza ni con castigos ni ofrece ningún tipo de incentivo por causar daño a la otra persona. Pero pese a esas limitaciones consigue un grado alarmante de obediencia.

¿Y porque actúa la gente así en este tipo de situaciones? Pues uno de los mecanismos que explicaría estos resultados es porque cuando uno está obedeciendo la persona llega a considerarse un instrumento para realizar los deseos de otra por lo que deja de sentirse responsable de sus propios actos. Para que una persona se sienta responsable de lo que hacen tiene que sentir que es él quien decide acerca de su propia conducta y no una tercera persona.

La conclusión que cita Milgram es que:

“no se necesita una persona mala para servir en un mal sistema. La gente común se integra fácilmente en sistemas malévolos”

Después de conocer estos datos podemos entender que la obediencia no es una virtud absoluta, sino que también es interesante entender que no siempre hay que obedecer, especialmente si no estamos de acuerdo en lo que se nos pide que hagamos.

Los estudios de Hannah Arendt y el concepto de “banalidad del mal”, demostrado con el experimento de Milgram, llega a las siguientes conclusiones:

  • La “banalidad del mal”: Lo maligno no brota de fuentes subterráneas ininteligibles e inhallables por parte del ser humano, sino que en realidad se gesta a partir de la negación de sí, del acometer cualquier tarea y estar en compañía de cualquier persona en forma indistinta, sin pretender poseer un criterio propio para elegir los contactos personales y las actividades a desarrollar.
  • La malignidad es banal porque es efectuada por sujetos superficiales que bien podrían estar realizando obras positivas de ser otras las circunstancias.
  • Los crímenes más horrendos pueden originarse no sólo en el sadismo y la perversidad, en la marcada intención criminal, en la voluntad expresamente dirigida hacia el mal, sino también en la superficialidad y la frivolidad, en la ausencia de pensamiento y de capacidad reflexiva.
  • Si entendemos la praxis política en términos de medios-fin podemos llegar la conclusión de que la mentira puede servir a fin de establecer o proteger las condiciones para la búsqueda de la verdad.
  • Las mentiras resultan a menudo mucho más verosímiles, más atractivas para la razón, que la realidad, porque quien miente tiene la ventaja de conocer de antemano lo que su audiencia espera y desea oír “(Hannah Arendt)
  • “Es puro absurdo esperar un comportamiento moral de alguien que no piensa” (Hannah Arendt)
  • Las personas normales pueden caer en el fanatismo radical derivado del seguimiento ciego a un líder.

Los partidos políticos son instrumentos de los que se provee una sociedad para promover la participación de la ciudadanía y contribuir a la representación nacional; quienes los conforman, comparten objetivos, intereses, visiones de la realidad, principios, valores y proyectos para ejecutar total o parcialmente en los gobiernos

En los partidos políticos suelen ascender aquellos que son obedientes. Es reconocido aquel que es obediente al líder. En función de las intenciones del líder se puede llegar a situaciones negativas sobre el objeto perseguido por el partido o incluso perversas para la sociedad en función del éxito de las decisiones que tome el líder. Desde que el partido no llegue a cumplir su función y caiga en la irrelevancia o desaparezca, hasta que teniendo éxito se produzcan efectos perversos para la sociedad.

Si en un partido político se anima el espíritu crítico, en el que se dé cabida a que los afiliados piensen y puedan aportar a tomar la mejor decisión, se establecen mecanismos de contrapoder, foros de escucha de la afiliación que genere inteligencia colectiva, mecanismos que controlen las decisiones del partido, que estas decisiones se evalúen exante y extpost para valorar sus efectos de modo que mejore y optimice esas decisiones, se podrá producir un círculo vicioso con muchas probabilidades de éxito.

Para que un partido político tenga éxito es preferible fomentar el pensamiento critico antes que la obediencia ciega.